El olor a carretera

Hace unos días, para ser más exactos, el domingo del puente del 20 de Noviembre de 2022, que conmemora el inicio de la Revolución Mexicana, me disponía con mi familia a casa de Juventino Alanís a hacer una carnilla (Juve es el director de operaciones de la SMP y hemos sido amigos desde primaria). Entonces invitó a la raza a su casa un día antes con todo y huercos a echar unos pellejos; no sé ustedes, pero, al menos entre mi raza, las carnes asadas se arman en 5 minutos. Solo es cuestión de mandar un mensaje por WhatsApp y con el primero que jale, ya se armó. Un wey puso “sobres, yo jalo”, seguido de un “¿Qué llevo?”. Yo confirmé, luego otro compa, luego otro y ya con eso se acabó la conversación y dimos por entendido que nos íbamos a ver todos ahí al día siguiente entre 1:30pm y 3:00pm. 

Cada quien lleva lo que quiera tomar y como nos educaron a mi esposa y a mí, nunca hay que llegar con las manos vacías. Mi papá solía decirme, “siempre llega tocando la puerta con los pies”. La verdad que cuando me dijo esa frase no le entendí y le tuve que preguntar a qué se refería y me dijo lo siguiente: “quiere decir que traes las dos manos ocupadas de cargar cosas y que tienes que tocar la puerta con los pies para que te abran.”

Nosotros salimos de la casa con una botella de vino que le gusta mucho a Gaby, mi esposa, unas agujas norteñas, agua mineral y Salsas Blancas SMP para regalar a la raza porque tengo chingos en mi casa. De camino a casa de Juve, llegamos a echarle gasolina a la camioneta y me bajé en el Oxxo para comprar botana, unas Ruffles verdes que le fascinan a mi hija, pero es una fascinación descontrolada, se vuelve loca por la Ruffles verdes y cuando las ve, le cambia la cara, se pone bien feliz, baila y da vueltas jajajaja, lo que hace el glutamato, saborizantes y colorantes en una textura crujiente con forma perfecta jajajaja, pero la verdad es que si saben conmadre.

Bueno, entrando al Oxxo me fui a buscar las Ruffles, luego ví unos Cheetos que me hicieron ojitos; quiero mencionar que nunca (o casi nunca) como esto, lo único que como de frituras son los chicharrones de cerdo que se hayan freído con manteca de cerdo, pero como era domingo de puente, ya había decidido que me iba a dejar Cayetano. Entonces ya traía las Ruffles, los Cheetos, también agarré unos Doritos flaming y cuando ya me dirigía a la caja a pagar, me acordé de los chicharrones, me regresé a buscarlos y en el segundo pasillo pegado a la ventana, me llegó ese olor de carretera y me vinieron muchos recuerdos. No sé cómo describir el olor, pero lo intentaré. Es un olor como de leña quemándose muy a lo lejos; en un segundo plano, sin que lo notes fácilmente, tiene que haber un ligero olor a gasolina, pero muy poco perceptible que no lograrás identificarlo claramente. Es algo que hace la combinación de los olores que desprenden los carros, gasolina, el aceite de motor, en ocasiones combinado con los aromas de algo que se esté vendiendo afuera de una tienda que esté por el camino, como quesos, campechanas, pan de elote, tacos etc. Pero la combinación no huele exactamente a eso. Algo muy importante en el aroma es que se vuelve una experiencia multisensorial porque no es solo el olor, lo explico más adelante, es la brisa a naturaleza. Eso siempre sucede agarrando carretera rumbo a un viaje a pescar, acampar, vacaciones o trabajo, fuera de la ciudad, en donde el aire que se respira ya es diferente.

Ese domingo cuando olí y sentí todo esto que explico, me remontó a viajes con mi papá y mi hermano a una presa llamada La Escondida en Tamaulipas. Mi papá nos empezó a llevar a pescar a mi hermano Arturo y a mí desde los 5 y 6 años respectivamente, íbamos con los amigos de mi papá de su club de pesca, llamado “Los Mentirosos”. Yo me pegaba con Abraham, el ranchero, para ir a cortar las pencas de maguey para hacer la barbacoa de cabeza en pozo que sería el desayuno al día siguiente a las 5 am, la hora buena para salir a pescar. 

También me llegaron recuerdos de cuando empecé esos viajes con mis compas cuando teníamos 16/17 años, entre ellos Juventino. Nos íbamos al Cerro Prieto a una presa en Linares, Nuevo León, en dónde se nos inundó la lancha y casi la perdimos porque creímos que el viento no nos hacía nada; a La Pesca, Tamaulipas, barra del tordo, en donde nació el famosísimo huevo whiskey, que consistía en desayunar huevito revuelto con lo que sea y un whiskey a las 7 am jajajaja; a La Presa del Chorrito con otro grupo de amigos, en donde nos quedamos atascados con las camionetas y en medio de la presa se chingó el motor de la lancha. 

También recordé los viajes que hacíamos a las adjuntas, a los pozitos rumbo a la cascada del Chipitin, yo me llevaba un Jeep amarillo de mi papá, el cual todavía conserva y funciona, que lo hizo desde cero, es como un Frankestein, tiene los fierros de un Jeep Wrangler de 1981, no tiene puertas y no le jala el medidor de gasolina, entonces cuando yo lo iba agarrar, tenía que preguntar en el casa quién había sido el último en usarlo, cuánto le pusó de gasolina y a dónde fue. 

Un ejemplo era más o menos esto: “¡Papá, me voy a llevar el jeep!, (yo gritando desde la cochera a mi papá en su cuarto). Luego mi papá me respondía: “¡Fui al Mesón Estrella, de ahí a casa de tu abuela y luego a HEB, le puse 100 bolas!”. Entonces yo ya con eso sabía que sacó el Jeep de la casa, en el trayecto al Mesón Estrella (que está en el centro de Monterrey) le puso 100 pesos de gasolina de la verde, porque si le ponías roja, se oxidaba jajaja; después a casa de mi abuelita Concha, la mamá de mi papá, que vivía en 15 de Mayo, muy cerca de la primera parada, y de regreso se paró en HEB, que generalmente era HEB Contry, el que está en Garza Sada cruce con Revolución. Yo sabía que le quedaban unas 30 bolas de gasolina para, tal vez, pasar primero por alguien que quedara de pasada, casi siempre era el Abdel y/o Arturo Elizondo, el cacahuate; vivían muy cerca de la casa y luego era llegar a ponerle gasolina para agarrar carretera. 

Esas paradas para llegar a comprar cacahuates, cheve, hielo, chicharrones, estirar las patas, echar la miada, etc. marcaban ese punto de partida de la aventura que se venía por delante, no importaba si la parada era muy cerca de Monterrey, a 10 minutos de haber dejado la ciudad o si eran a 45 minutos ya en otro pueblo; siempre iban acompañadas de echar gasolina, bajarte y revisar la cajuela a ver si las cañas, hieleras y maletas venían bien. Cuando me acompañaba algún perro era bajarlo para que hiciera del baño, darle de tomar agua, echar carrilla, ver que estuviera todo bien con la lancha, remolque y siempre comprar chingadera y media (y de más) como toda la botana, cocas, aguas que echabas en las bolsas, poner música (ya que ahí era el momento de cambiar la música), abrir las bolsas de papitas e ir cantando y echando madreada. Tal vez nos faltaban tres horas o 40 minutos para llegar a nuestro destino, pero desde ese momento, empezaba el viaje.

Hace poco hice un viaje exprés con mi papá y dos de sus amigos pescadores, a los cuales me refiero hacia ellos como tíos, ya que me vieron crecer desde los 5 años, compartiendo muchas paradas como las que menciono, muchas fogatas, muchas cucas (cuando se te hacen nudos en el hilo de pesca en el reel). Fuimos y vinimos el mismo día a una presa en Hualahuises, Nuevo León, a una hora de Monterrey; llegamos a calentar unos tamales y frijoles en la parrilla, luego nos pusimos a pescar desde la orilla y terminamos el día con unos taquitos de costilla carrillera a la vuelta y vuelta, en una parrilla en el piso; también unos empalmes con su aguacate y unas cheves bien frías. No pescamos nada, ni siquiera picaron los pescados, pero estuvo chingonsísimo. 

El poder compartir momentos como esos con mi papá y sus amigos, que ya los tres están jubilados, en estas etapas de nuestras vidas en donde ellos ya son abuelos y sus platicas son muy distintas de hace 20 o 30 años, donde a mí me tocaba ir en la parte de atrás escuchando. Debo de confesar que extraño esos viajes con mis compas, con mi papá y mi hermano, mis perros, mis tíos y con toda la banda, pero más me entusiasma que pronto voy a estar creando nuevos recuerdos con ese aroma de olor a carretera con mi familia. 

Por último, les quiero dejar un mensaje a todos aquellos que disfrutan de este tipo de actividades, que sé que somos muchos en todo el planeta. Este mundo no es de nosotros, de hecho se lo estamos pidiendo prestado a nuestros hijos y las nuevas generaciones, sé que se escucha todo cliché, pero es cierto. Aunque tengas la propiedad comprada y escriturada, o si vas a un lugar público como una presa federal, ríos, etc. no es de nosotros; no tires basura, no seas pinche cochino, dale el ejemplo a tus hijos e hijas, ni siquiera tires la colilla del cigarro, si no traes una bolsa para la basura, póntela en la bolsa de tu pantalón; ni siquiera tu popó y papeles los dejes ahí, ponlos en una bolsa y amárrala muy bien, la regresas y la tiras en un bote de basura. Si te pones a pensar, esa popó no estaba ahí, ni esa colilla, hasta que llegaste tú, se hizo el cagadero en el río y en los árboles y es exactamente por esos ríos y árboles que nos salimos de la ciudad y vamos a esos lugares. Es sentido común, raza. Si quieres seguir disfrutando de la pesca, la caza, el hiking, el camping, todo lo que nos da la naturaleza, cuídala y empieza desde no tirar ni un gramo de basura.


Alejandro Gutiérrez 
Presidente de la Sociedad Mexicana de Parrilleros

1 comentario

Está conmadre convivir con los amigos y la familia disfrutando la naturaleza mi infancia y adolescencia disfrute mucho ir con los primos a los ríos en las margaritas en santiago tu historia me recordó un buen de anécdotas, saludos. P.D. Que buen consejo el de tocar la puerta con los pies

Eduardo López 24 noviembre, 2022

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