Viaje a Cd. Obregón, Sonora
Un lunes 4 de octubre tomé un avión para ir a Ciudad Obregón, Sonora. Obregón se encuentra a hora y media o dos horas de la ciudad capital, Hermosillo. Es una ciudad con mucha industria primaria, donde se toma mucha cerveza, se come los mejores mariscos del país, se encuentran las mujeres más bellas de México y en donde el baseball manda como deporte.
Llegué a las 6 de la tarde, hora Monterrey, y por el cambio de horario eran también las 6 de la tarde en Obregón. Hicimos el check in en el hotel y de ahí a cenar al London, restaurante de cocina de autor. Nos sirvieron un aguachile de rib eye con salsas negras, aguacate, chile, limón; también un rack de cordero con una pasta de ajo con habanero buenísima, un ceviche de pescado con piña, habanero, y aguacate que se acompañaba con una tostada de arroz extremadamente crujiente, pero lo que más me gustó fue la papada de cerdo asada, rebanada muy finamente, servida con una vinagreta. Había una promoción muy buena para empezar la semana Gitana: todas las cheves de cuartito a un peso, sí, leíste bien, a un peso.
Al día siguiente, fuimos a visitar ranchos de borregos en el valle del Yaqui. Obregón sigue teniendo tribus indígenas que viven en sus territorios ancestrales, conservando su dialecto, reglas y tradiciones. Los más representativos son los Yaquis, que se componen de ocho pueblos: Cócorit (Chiltepines), Bácum (lagunas), Vícam (puntas de flecha), Pótam (topos), Tórim (ratas), Huírivis (un tipo de pájaro), Ráhum (remansos) y Belem (Belén); les platico todo esto porque es parte del slogan de la marca de borregos que fuimos a conocer y que se me quedó muy grabado: “Nacido y criado en el valle del Yaqui”.
En los ranchos ovinos me explicaron las diferencias de las razas de borregos; el charollais da muy buena carne pero una sola cría al año, el pelibuey (su nombre es porque su pelaje se asemeja al de una res roja) no da tanta carne pero dan cuatro o cinco crías al año y se adaptan al clima intenso del noroeste mexicano; también tenían unos sementales de la raza dorper. Visitamos cuatro ranchos en el valle del Yaqui y nos explicaron cómo mezclaban razas para sacar lo mejor de ellas, nos mostraron la raza Sonora sur, hecha por el rancho llamado el 2, en Obregón, Sonora; aguanta el clima de allá, da buena carne, tiene un buen de crías al año y, a parte, el animal está hermoso.
Esa noche hicimos una carnita asada con diferentes piezas de borrego, como T-bone, chuleta, diezmillo y salchichas. Para las chuletas y los T-bones hicimos una mengambrea de albahaca, romero, orégano, ajo, sal ahumada y pimienta, todo bien picado en la tabla. Le agregué un poco de aceite de oliva y con eso sazoné los cortes, reservé un poco para terminarlos,agregué una cabeza de ajo asada y unos toques de limón y, nombre cállate, estaban con madre. Ah, y no puede faltar la mostaza Dijon. También hicimos una salsa con chiltepin, limón, sal, ajo crudo, y la grasa derretida de las chuletas. Estaba muy buena y la grasita de borrego le daba su toque particular.
Al día siguiente, nos levantamos y fuimos a desayunar cahuamanta, antiguamente era caguama (tortuga de mar) pero su consumo ya está prohibido, entonces nos echamos un caldito de mantarraya con su limón, tortillas y salsa picante y para acompañar, una morcilla de tiburón, es decir, carne picada guisada con la sangre del tiburón y especias. Después de desayunar, arrancamos para San Carlos, en donde ya nos estaban esperando para salir a pescar en un barco a toda madre. Fuimos buscando el dorado, un manjar de los dioses, pero no salió ni madres, solo un barrilete, que es de la familia de los atunes. Hay barriletes de hasta de 30 kilos y este era de máximo un kilo, así que lo regresamos.
Después de una hora y media de que no picaba nada, le pedí al capitán que nos llevara al acuario para meternos a nadar. El acuario es una zona de agua baja, pegada a la costa, rodeada por cerros donde va la raza y se echa un chapuzón. El agua estaba tan clara y a una gran temperatura, podías ver el fondo. Yo me aventé al agua y me fui nadando a dónde estaban unos pelícanos muy a toda madre tomando el sol, y cuando llegué, se fueron volando. Echamos unas cheves escuchando corridos y sacamos unas conchas de hacha. El callo de hacha que tanto nos gusta sale de esas conchas, y lo que nos comemos es el callo que sujeta el animal a la concha. Nos prestaron unos visores, nos sumergimos y vimos a Dory debajo de la lancha, el pez azul de la película de Pixar “Buscando a Nemo”.
Ya para terminar el viaje, nos fuimos a echar unos mariscos en Guaymas, así, descalzos, con sal y oliendo a barrilete y de ahí a Hermosillo para agarrar el vuelo de regreso a Monterrey.
En este viaje conocí el Valle del Yaqui, aquí te das cuenta de la gran extensión territorial del país y, más que eso, la gran variedad de ecosistemas y la abundancia que nos puede dar la tierra si la cuidamos bien. Estar en un desierto, llegar a un valle lleno de agua, de árboles; llegar al mar y comer de los mejores mariscos que puede dar el planeta, todo esto en un país con gente increíble.
Todo esto está en nuestro país; a veces lo tenemos tan cerca y lo vemos tan normal o común que lo damos por sentado y dejamos de asombrarnos. No deberíamos de perder esta capacidad de asombrarnos ya que con ella tomaremos conciencia de lo afortunados que somos de estar en donde estamos y tomar acciones para cuidar lo que nos rodea, dejaremos de dar todas estas maravillas por sentadas y procuraremos hacer lo necesario para mantenerlas y que quienes vienen después de nosotros puedan asombrarse igual que nosotros.
Alejandro Gutiérrez
Presidente Sociedad Mexicana de Parrilleros