Antes que nada, un asado | SMP
Las pruebas más antiguas de la presencia humana en el continente americano han arrojado una enorme cantidad de datos que después de interminables pruebas químicas y cientos de interpretaciones por parte de científicos, han concluido que nada está dicho, o sea que aún no sabemos muy bien de donde llegamos a esta bendita tierra.
Avecindados en América.
La mayoría de las teorías nos dicen que los primeros americanos llegaron al continente desde Siberia, atravesando el Estrecho de Bering hace 14 mil años. Otros nos dicen que pudieron haber llegado por la Antártida desde Australia. Algunos científicos han datado hallazgos de restos humanos o herramientas fabricadas desde hace 33 mil, 50 mil y hasta 60 mil años. Todo esto nos dice mucho y poco.
Hay varias certezas y cada vez más conclusiones pero habrá que esperar muchos años o décadas para llegar al fondo del asunto y por lo pronto no sacar muchas deducciones. Mientras esperamos a saber quienes somos y de donde venimos los que nos llamamos americanos, es mejor poner una carne en el fuego porque de eso sí sabemos.
10 mil años de asados.
Los mexicanos tenemos miles de años asando y eso, no hay científico ni prueba que pueda refutarlo.
Hay hechos contundentes con los que podemos asegurar que desde hace 12 mil años hay seres humanos viviendo en lo que hoy es México. En diversas partes del país, desde Baja California hasta Quintana Roo, se han hallado vestigios que prueban asentamientos temporales, cacerías, rituales y por supuesto cocina. En Nuevo León, en la zona arqueológica de Boca de Potrerillos se descubrieron fogones con casi 9 mil años de antigüedad. Estos y otros hallazgos en diversas regiones del norte de México nos prueban, sin duda que cazar y asar son parte de nuestra historia.
Las tribus nómadas que se han guiado por las estaciones, las temporadas de las especies vegetales y las migraciones animales, han asado el fruto de su trabajo para sobrevivir y a final de cuentas por gusto.
Hemos pescado y recolectado; hemos diseñado y perfeccionado técnicas de deshidratación, de salado y ahumado con fines de conservación. Domesticamos especies y entrenamos a otras. Se han perseguido manadas de venados, bisontes, mamuts y jabalíes. Se han flechado peces, aves y reptiles. Recolectamos insectos, cortamos frutos y desenterramos raíces.
Tenemos miles de años trabajando para alimentarnos y para darnos gusto. Hacer fuego y utilizarlo para transformar productos simples en alimentos sabrosos es un arte que nos hace humanos.
Nos vamos a seguir preguntando acerca de nuestra procedencia y otras cuestiones que de cualquier manera ya no cambian lo que está hecho. Mientras tanto hay que seguir haciendo fuego, cocinando y compartiendo aquello que nos ha mantenido unidos por decenas de miles de años. Hay que transformar con humo, y evolucionar como cocineros. Asemos carne y hagamos comunidad. El fuego nos une.