Caminé hacia el otro lado. Mismo sendero nuevos caminos
Escribo esto horas después de haber salido a caminar, como casi todos los días. Salí de mi casa antes de que amaneciera con mis audífonos puestos y me pongo a escuchar audiolibros, algunas veces acompañado de uno de mis perros, pero en esta ocasión, como era muy temprano (4:30 am), decidí que saldría sin alguno de ellos, porque luego se ponen a ladrar y pueden despertar a los vecinos y más tarde en el chat de WhatsApp van a andar chingando y preguntando que quién andaba en la calle tan temprano con un perro ladre y ladre. Es pura madreada y buena vibra con los vecinos, pero hay que respetar sus horas de sueño, ya que son muy apreciadas por ellos porque ya están viejillos jajajaja (lo bueno es que no leen este newsletter, o eso creo).
Bueno, a lo que iba, salí de la casa y mi camino habitual es siempre hacia la derecha, pero hoy, por una extraña razón, decidí caminar hacia la izquierda; vivimos en una colonia y nuestra casa está en medio de una calle, entonces no importa si tomas la derecha o la izquierda, de que tiene salida, tiene salida.
El haber hecho esa pequeña acción tuvo un efecto, ya que a mitad de camino, en lugar de seguir recto como siempre lo hago, giré a la derecha y, como ya tengo bien medido el tiempo que me toma estar en ese punto, y en teoría tomé un atajo volvió a causar otro efecto más adelante en mi caminar. Donde siempre me detengo para dar media vuelta y regresar a casa, tomé la decisión de seguirme derecho, voltear hacia la izquierda y pasar por un arroyo que nunca había cruzado.
Al pasar el arroyo, empecé a ver casas, unos árboles muy grandes, frondosos y hermosos a los que les llega mucha agua del arroyo; ví una escuela primaria llamada Francisco I. Madero y me pregunté por qué casi todas las escuelas de barrio se llaman así o Benito Juárez o algún nombre de “héroe patrio”. Luego ví que la calle se llamaba igual que el nombre de la escuela y mi duda quedó resuelta. Pasé por una casa/carnicería donde vendían pollo marinado, flecha, porter house, aguja de rancho, ribeye y se me antojó hacer una carnilla más tarde con los vecinos.
Después, me encontré con una barda gigante de piedra que a un costado tenía el nombre de Loma del Pedregal, y sí, era una quinta inmensa conformada por una (o varias) lomas, con una cancha de futbol, alberca, casa, palapa, palmeras, árboles, candiles. Tenía un aspecto antigüo, pero muy bien cuidada y limpia, excelente y propicia para hacer un pedon.
Seguí caminando y ví que ya estaba amaneciendo, revisé el reloj y había pasado casi una hora y media desde que salí de mi casa, así que decidí volver. Abrí Google Maps para ver en dónde andaba y en efecto, estaba muy lejos de mi casa; pensé que podía regresarme tomando otro camino y el buen Google me dijo que sí, pero que me iba a tardar mucho. Ya de regreso, como había luz de día, ví movimiento de personas yéndose a trabajar, unos chihuahueños me empezaron a ladrar, ví a un papá despidiéndose de su hijo que ya estaba sentado en uno de los pupitres de la escuela primaria Francisco I. Madero, que por cierto está muy jodida. Ahora entiendo porque se les quitan las ganas a los huercos de ir a la escuela. También ví a una mamá llevando a sus dos hijos de la mano, me imagino que iban a la misma escuela porque traían sus mochilas y todo, los saludé pero no me saludaron, imagino que les dí miedo. Por un momento me perdí porque me confundí en una calle, pero otra vez Google me ayudó y llegué a mi casa.
Y bueno, se preguntarán qué tiene que ver todo esto con lo que pretendo contarles en esta ocasión y por qué estoy escribiendo aquí. Aquí les va: mi nombre es Alejandro Gutiérrez Dávila y soy cofundador y presidente de la Sociedad Mexicana de Parrilleros. Mi esposa y yo empezamos esta aventura hace 10 años y desde entonces sé de Montacometa.
Hace unas semanas Ana Gaby, una de las hermanas fundadoras de Montacometa, y yo, platicamos para ver qué podíamos hacer en conjunto. Conocí más del proyecto de Montacometa y quién está detrás de la marca, sus inicios, sus sueños y la gran familia que son. Poco tiempo después, nos juntamos en uno de los capítulos de la SMP a cocinar, ya que creemos que si vamos a hacer una colaboración, hay que hacerla bien y qué mejor que cocinando juntos.
Desde las nueve de la mañana prendimos asadores y yo me dispuse a cocinar platillos salados, como un porterhouse de dos pulgadas con pura sal; un vacío, muy famoso en Sudamérica, que es un corte de los músculos planos de la res, que se encuentra entre las caderas y las costillas; hicimos una salsa de piquín con mostaza Dijon y los juguitos del reposo de la carne, a la que llamamos “el chuky”; hicimos otra salsa en molcajete, llevaba jalapeño rojo crudo con ajo, limón y sal. Por cierto, siempre que me preguntan qué lleva y les digo estos ingredientes, no me creen, pero acuérdense que mezclando los ingredientes de forma adecuada, menos es más. Sacamos unos chamorros de cerdo, costillas baby back y costillas San Luis con una vinagreta con balsámico, Miel de Abeja SMP, romero y ralladura de naranja, quedó buenísima y la idea surgió en 15 segundos preguntándole a Tere Alanis y Adriana que le pongo a las costillas.
La idea era hacer una carne asada “normal” con postre, así que ya se podrán imaginar las delicias que Montacometa hizo y del agasajo que no aventamos. Probamos un pan de elote con mousse de queso crema, un crumble de manzana, un toffee y una salsa tipo barbecue con chiles rojos, muy picosa, pero muy buena, como para mezclarla con cosas saladas. También hicieron galletas, empanadas de gloria con queso que estaban buenísimas, empanadas de fresa con vinagre balsámico y una botana dulce a base de delicioso cereal crocante.
Hago la analogía entre mi caminar en la mañana con lo vívido con Montacometa, porque siempre supimos de la existencia del otro y es hasta ahorita que nos conocimos. Debo de admitir que no soy tan dulcero, pero poco a poco he descubierto que sí me gustan ciertos sabores y es fantástico. Como cuando vamos a un restaurante y siempre pedimos lo mismo, el atreverse a cosas nuevas en la vida, desde probar una comida, un ingrediente o un postre; desde la simple acción de dar un paso a la izquierda en vez de a la derecha, y descubrir que hay toda una comunidad muy pintoresca con parques, ríos, iglesia, escuela, plazas, comercios a solo 25 minutos de mi casa que, por más de 6 años que llevo viviendo aquí, desconocía.
Le agradezco a Ana Gaby por haberme mandado ese mensaje hace unos cuantos meses, ya que he conocido gente muy talentosa, con pasión por el mundo, la vida y por lo que hacen, porque he descubierto nuevos sabores, recetas, historias y, lo más emocionante, lo que se viene en conjunto. Todo empieza con un pequeño paso a la izquierda.
A continuación les dejo la receta de un postre para seguir creando estos momentos memorables y dulces con nuestros seres queridos.
Ingredientes
- 120g de mantequilla
- 70g de chocolate oscuro
- 1 tza. de azúcar
- 2 huevos
- ½ cda. de vainilla
- ½ tza. de chispas de chocolate
- ¼ tza. de harina
- ¼ cda de sal
- c/n de tocino
- ½ cda de café
- c/n de jarabe de chocolate
Preparación
- Dorar el tocino en una sartén y picar en pedazos pequeños.
- En un tazón, derretir el chocolate y la mantequilla.
- En un recipiente grande, mezclar el chocolate y mantequilla derretidos con el azúcar.
- Agregar a la mezcla los huevos y la vainilla, después la harina, sal, el café y una parte del tocino. Dejar un poco del tocino para el topping final.
- Agregar las chispas de chocolate y mezclar hasta que quede homogénea.
- Vaciar la mezcla en un contenedor de aluminio o sartén de hierro vaciado previamente untado con mantequilla.
- Colocarlo en un asador previamente calentado a 350° F a fuego indirecto y con la tapa cerrada por 35-45 min.
- Retirar del fuego y dejar enfriar por 10-15 minutos. Añadir el jarabe de chocolate, más chispas de chocolate y el tocino.
- Servir con nieve (opcional).